HISTORIAS Y LEYENDAS RURALES EN LA TIERRA DEL VINO – CAPÍTULO 2

EL MILAGRO DE LA VIRGEN DE FÁTIMA

Extraído del libro de Encarni Alonso Rodrigo «Enterraron bajo el agua el sol de nuestras vidas»

El día 5 de mayo de 1949, tuvo lugar un acontecimiento importante en Cubo del Vino.

La talla de la Virgen de Fátima se hizo tal y como había dicho uno de los pastorcillos (Sor Lucía) y recorrería los pueblos y ciudades. Así llegó a España antes de quedar instalada para siempre en Cova da Iria. La provincia de Zamora y la capital, fueron las primeras en recibir la visita de la Virgen, atribuyendo a su paso muchas provincias, milagros y curaciones.

El Cubo fue el primer pueblo de la provincia que recibiría el paso de la comitiva. Todo el pueblo salió a recibirla, bajo una lluvia incesante. Los vecinos habían engalanado ventanas y balcones, con mantones de Manila y vistosas colchas. El pueblo estaba entusiasmado con la llegada de la Virgen de Fátima.

La prensa escrita rindió el correspondiente homenaje con sus reiteradas crónicas sobre el evento.

En Cubo del Vino se celebraron 70 comuniones, a las que acudieron gentes de los pueblos cercanos.

Y es en Cubo del Vino donde se da a conocer, días después, el primero de los milagros. Según la crónica de El Correo de Zamora (PULSAR para ver artículo de prensa), el obrero PABLO ROBLES, que se encontraba paralítico desde hacía cuatro años, le acercaron a la Virgen para que tocara sus andas y orara a su paso por la carretera, en la zona del badén, ya que su casa se encontraba situada muy cerca. PABLO ROBLES comentó que al tocar a la Virgen sintió un calor intenso, que se extendía por todo su cuerpo. Él vivía en un segundo piso de la casa y, cuando le iban a ayudar para subir las escaleras, después de rezarle a la Virgen, los vecinos, entre lágrimas, vieron cómo Pablo subía las escaleras sin ayuda de nadie.

HÉROES

Corría el año 1936, recién iniciada la “maldita guerra civil”, cuando los falangistas recorrían los pueblos en busca de seguidores de izquierdas

En su visita a Mayalde, abordaron en el Ayuntamiento a Eugenio, el secretario, que era conocido como el tío “Guindero” ya que había llegado a sus oídos que simpatizaba con los socialistas.

Le preguntaron sobre su ideología, negando el secretario que fuera de izquierdas, exigiéndole entonces que confesara quiénes eran en el pueblo partidarios de esas ideas, negando igualmente que hubiera alguno.

Ante esta respuesta, los falangistas le obligaron a coger en sus manos un legajo de papeles del Ayuntamiento, al que le prendieron fuego, al tiempo que le exigían que contestase a lo preguntado, con la amenaza de que si soltaba los papeles ardiendo, lo ajusticiaban allí mismo.

El secretario aguantó la tortura quemándose las manos sin delatar a nadie, lo que convenció a los falangistas, que no actuaron contra ninguno de los vecinos.

Por esas mismas fechas, tuvo lugar la siguiente historia, que está inspirada en un relato de Encarni ALONSO RODRIGO, a cerca de una experiencia de su padre, Luis ALONSO RUBIO, más conocido como “MORITO”, cuando éste contaba con 13 años de edad y cuidaba las cabras de sus padres en la dehesa de Valencia, durmiendo en un chozo.

Las persecuciones por ideologías políticas, provocaron la huída de un maestro de Cubo del Vino, sabedor de que era buscado por los falangistas para ajusticiarlo.

El pequeño “MORITO”, que conocía y apreciaba al maestro, el que además era vecino suyo, lo ocultó por su cuenta en su chozo durante dos días, hasta que dejaron de buscarle, salvando así su vida.

Pasados los años, aun en plena dictadura, el fugitivo consiguió dar clases, llegando en los años 68-70, a ser maestro en Villamor de los Escuderos, Mayalde y Cubo del Vino, donde se jubiló y murió.

EL MORTERO DE LA HIJA DE LA CONDESA

(Inspirado en el relato de Encarni ALONSO RODRIGO)

En este relato nos remontamos al año 1938, cuando España se encontraba inmersa en plena guerra civil. Nuestro protagonista era un adolescente de 15 años de edad, que por aquel entonces cuidaba las cabras de sus padres, en una parte de la dehesa de Izcala, que tenían alquilada a la propietaria de estas tierras, la Condesa de Crespo Rascón, Doña Saturnina Luisa Bermúdez de Castro y Sánchez, con la que sus padres, Lorenzo Alonso Sosa y Feliciana RUBIO, mantenían una buena amistad.

Esta estrecha relación propició que una hija de la Condesa, Doña Teresa Lamamie de Clairac y Bermúdez de Castro Siento, amadrinara en su bautismo a Luis ALONSO RUBIO, el hijo de los renteros. 

 mortero Morito

El pequeño LUIS, conocido por todo el mundo con el apodo paterno de “MORITO”, se distraía en las largas horas de pastoreo, tallando utensilios en madera de espino o de fresno, valiéndose únicamente de una navaja, un pequeño cincel y lija, adquiriendo gran destreza principalmente en la fabricación de cucharas de todos los tamaños y para diferentes usos, así como morteros que decoraba con filigranas, realizando con frecuencia salvamanteles de corcho, conservándose aun en muchos hogares de Cubo del Vino utensilios de los mencionados, que “MORITO” solía regalar a sus familiares y vecinos.

morito

Su madrina Teresa era muy cariñosa con él y “MORITO” quiso también tener un detalle con ella, esmerándose en realizar un mortero especial, que le regaló con todo su cariño.

La hija de la condesa, conservó ese regalo consigo, custodiándolo durante toda su vida y, tras su muerte, el mortero siguió expuesto en la vivienda de la finca.

salvamanteles morito

No hace mucho que “MORITO”, en una visita a la casa de la finca de Izcala, vio el mortero que permanecía donde lo había colocado su madrina, como si no hubiera pasado el tiempo por él.

Poco después “MORITO” contó la historia del mortero a su hija Encarni ALONSO RODRIGO, la que le pidió al actual residente en la finca, Ramón Chaves Lamamie de Clairac, sobrino de la madrina, si podía recuperar el mortero, entregándoselo éste con agrado.

Hoy Encarni guarda con orgullo el mortero de su padre, recuperado después de haber transcurrido casi 80 años, mientras “MORITO” falleció recientemente, después de haber vivido haciendo fácil la vida a los que le rodean, convirtiéndose en referente y ejemplo a seguir, y ganándose el cariño y el respeto de sus nietos que sentían veneración por él. 

 

EL CASCABEL DE LA URRACA

(relato de Encarni ALONSO RODRIGO)

Ésta es una historia real. Ocurrió hace 50 años en un pueblo de la provincia de Zamora llamado Cubo del Vino.

Aquel verano, siendo yo pequeña, mi padre me decía que había un pájaro blanco y negro que le seguía siempre por el campo. Llegando incluso a posarse en su hombro, mi padre le daba parte de su almuerzo, tal vez sería esta la razón por lo que siempre le seguía de finca en finca. Este pájaro era una simpática urraca. Un día le puso un pequeño cascabel, pues ya era tal la amistad que tenían que mi padre necesitaba saber de la «pega», de esta manera sabría si era la misma urraca quien le seguía o tal vez fuera una diferente cada día. Al día siguiente, comprobó con alegría que se trataba de la misma ave. Rápido se enteraron los niños del pueblo. La pega que veían con un cascabel volando por los alrededores del pueblo era, según los niños, «propiedad» de mi padre.

Esta es una historia real. Ocurrió hace 50 años en un pueblo de la provincia de Zamora llamado Cubo del Vino.

Aquel verano, siendo yo pequeña, mi padre me decía que había un pájaro blanco y negro que le seguía siempre por el campo. Llegando incluso a posarse en su hombro, mi padre le daba parte de su almuerzo, tal vez sería esta la razón por lo que siempre le seguía de finca en finca. Este pájaro era una simpática urraca. Un día le puso un pequeño cascabel, pues ya era tal la amistad que tenían que mi padre necesitaba saber de la «pega», de esta manera sabría si era la misma urraca quien le seguía o tal vez fuera una diferente cada día. Al día siguiente, comprobó con alegría que se trataba de la misma ave. Rápido se enteraron los niños del pueblo. La pega que veían con un cascabel volando por los alrededores del pueblo era, según los niños, «propiedad» de mi padre.

Aquel verano muchos en Cubo del Vino estaban pendientes del vuelo de la pega. Hasta en pueblos cercanos de Mayalde o Cuelgamures se comentaba que la pega con cascabel que a

veces sobrevolaba por allí era de Cubo del Vino. Ella siempre volvía al sitio donde mi padre estaba haciendo las labores del campo, posándose en el yugo que unía la pareja de burros. Allí permanecía durante toda la mañana mientras mi padre hacía las labores. Así un día y otro y otro durante todo el verano ya fuera en el paraje de la Atalaya, las Lagunitas o en los huertos de la Manga.

A mi padre le alegraba cuando le decían «he visto tu pega en tal o cual sitio». El verano se acabó y con los primeros fríos la pega desapareció. Pero la historia tan bonita del labrador y la Urraca para siempre quedó.

He querido inmortalizar esta amistad entre mi padre fallecido y la pega en forma de escultura. Mi agradecimiento a un gran artista local llamado Antonio Hernández de San Eduardo que con su maestría y habilidad y con tan solo una foto del hecho y el recuerdo de entonces ha sabido esculpir en forja ésta escultura no omitiendo ningún detalle.

MORIR DE TERROR

Es ésta una historia real, ocurrida ya hace dos años, pero que me impresionó tanto, que había preferido olvidarla. Sin embargo, recién ocurridos los hechos, la compartí con mi esposa, estando presente una amiga, la que recientemente me la ha recordado, reconociéndome que se sobrecoge cada vez que piensa en ella.

Tuvo lugar una tarde de verano en una vivienda antigua, donde todo indicaba que podía encontrarse en el interior, el cuerpo sin vida de la propietaria del inmueble, una anciana, soltera y sin hijos, que vivía sola y hacía varios días que no había sido vista por los vecinos.

Como digo, además era verano y salía ese olor peculiar de la vivienda, que el que lo conoce sabe a qué me refiero.

Las ventanas y contraventanas estaban cerradas a cal y canto, y la puerta principal estaba cerrada con llave desde su interior.

Tuvieron que intervenir los bomberos para poder acceder a través de una ventana. La casa estaba totalmente a oscuras y, aunque había luz eléctrica, no tenía bombillas en los portalámparas.

Sorprendentemente, detrás de cada puerta y ventana, en los marcos, tenía colgadas «tijeras abiertas» en forma de cruz y ristras de ajos (como hacen personas supersticiosas para evitar que las brujas entren en sus casas).Apareció el cadáver en su dormitorio, debajo de la cama, yaciendo boca arriba y con las manos abiertas con las palmas hacia el exterior, como protegiéndose la cara.

La expresión del rostro de esa anciana era terrorífica, nunca podré olvidarlo, ¿qué pudo ver esa pobre mujer para morir de esa forma?. Sin duda murió de miedo, ningún ser mortal pudo causarle la muerte, se encontraba sola con las ventanas cerradas y la puerta principal cerrada con llave por dentro, con el cerrojo echado.

¿Qué pudo entonces provocar una muerte tan horrible? Yo no creo en estas cosas, pero «haberlas, hailas».

«CABALLERO ERRANTE»

Érase un personaje de un cuento que, aprovechando que sus pequeños lectores dormían, quiso abandonar el mundo de la ficción para vivir la realidad y descubrir el cariño que veía rodeaba a aquellos niños que se interesaban por él.

Era un ser extraño, deforme y con una enorme cabeza, pero tras este aspecto se ocultaba un ser sensible y noble, amante de la libertad.

Con la más pura inocencia, entre los seres de este mundo se sentía también como un niño, siendo su mayor ilusión acercarse a ellos y compartir sus juegos. Éstos, sin embargo, lo rechazaban fuera del cuento, llamándolo cruelmente «tonto» y lo apedreaban sin piedad.

Una gran tristeza embargó a nuestro protagonista, que abandonó el pueblo de «Mayalde» (en el que había descubierto este mundo), tratando de encontrar quien lo comprendiera y aceptara. Así se convirtió en el embajador de «Mayalde» por toda la geografía española, que recorría alegremente descalzo, cabalgando como un caballero andante sobre un palo, al tiempo que repetía orgulloso: «¡soy de Mayalde, del Coleto vengo, al Coleto voy!», con la esperanza de ser querido por los niños, topándose una y otra vez con la intolerancia infantil, que se burlaban de él coreando «ahí va el tonto de Mayalde». Él respondía cantando: “Estaba Cabrín Cabrate, en la peña peñascate… Cabrín Cabratis… Lobo lobatis…”.Muchas calamidades debió de pasar Manuel por esos caminos, hambre, sed, enfermedades y mucho frío en aquellas noches de invierno sin tener techo donde cobijarse. Con frecuencia se enterraba en los “muladares”, entre el estiércol que con su fermentación lo mantenía caliente.

Realmente nunca se adaptó a este mundo, estuvo en él físicamente, pero seguía viviendo en su propio cuento. No volvió a ser feliz hasta el día de su muerte, en que su alma regresó a la ilustración de la que había salido, recobrando su verdadera identidad y el cariño de los niños.(Publicado en «LA OPINIÓN» el Correo de Zamora).

Un señor con el corazón rebosando magia, capaz de llevar la elegancia a los harapos, simulando que no era nadie, ese fue El Tonto Mayalde, que se regocijaba chapoteando cuando más frío hacía en el alma del Río Talanda, y dejaba que los niños se divirtieran tirándole piedras a su extraño aspecto, el de un rey destronado.

Carlos López Matías «el filipino»

EL BOTIJO

“Faustino CHAMORRO”, en la página

ttp://www.elmaderal.com/retazos/mayalde.htm con su castellano «cuasi antigüo» nos relata un episodio de «su tío Manolo» cuando ayudaba a podar encinas en el monte de Izcala.

“Pasando yo por monte Izcala vide dos mozos podando encinas y a este Manolo, que hasta de gratis les ayudaba. Yo me detuve por dar palique, pues que veía que descansaban. Tenían sierro, tenían hachas, para la poda cabe una encina, más el botijo (mejor, barrila que sin pitorro) junto a la manta para beber, con agua limpia de fuente clara. Manolo “el Tonto” tenía pupas, pupas costrosas de calenturas, en los sus labios, en la su boca.

El de Mayalde, por tener sed, coge el botijo o la barrila para beber.

En eso un mozo, pa’ detenerlo que beba agua de la botija (por los reparos de aquellas pupas por un contagio o más por asco), le dice al Tonto para engañarlo:

—    “No bebas de esa, no de esa agua, ¡que no Manolo!, que es pa’ los sierros, y pa’ las hachas, porque está turbia, que es de la charca; mejor de aquella, la del regato que corre clara”.

Casi en los labios con el botijo, mientras miraba muy de reojo, con risa y ojos de picarazo, dice el Manolo:

—    “¿Con que de Charca? ¡La que me gusta!, que pa’ los pies y la cara voy al regato; y pa’l sierro y pa’ las hachas si hace falta.”

(Publicado en «LA OPINIÓN» el Correo de Zamora).

Un señor con el corazón rebosando magia, capaz de llevar la elegancia a los harapos, simulando que no era nadie, ese fue El Tonto Mayalde, que se regocijaba chapoteando cuando más frío hacía en el alma del Río Talanda, y dejaba que los niños se divirtieran tirándole piedras a su extraño aspecto, el de un rey destronado.

Carlos López Matías «el filipino»

EL AMA DEL CURA

Se comentaba que MARÍA, una joven que había entrado al servicio del cura párroco, apenas sabía cocinar y le había encargado el cura que preparara unas sopas de ajo.

Viendo que se llegaba la hora de comer y no teniendo forma de preguntar al párroco de qué modo se preparaba la comida, ya que éste estaba en la iglesia diciendo misa, mandó al sacristán a preguntarle.

Éste desde la sacristía, cantaba al cura simulando latín, idioma en el que en aquella època se celebraba la eucaristía, del siguiente modo:

«DICE MARÍA LA NOSTRA – QUE CÓMO SE GUISA LA COSA» – Contestando el cura con la continuación del canto:

«CON EL ÁJILIS MÓJILIS – SAL PIMENTORUM – PER OMNIA SAECULA SAECULORUM. – AMÉN».

DUENDES DE LA PINTURA

Hay quien ha visto en El Cubo a estos hombrecillos que, con una capucha y aprovechando que los ocupantes de la vivienda se encuentran dormidos, se disponen a hacer de las suyas y ponerse a pintar las paredes y los techos de las dependencias que les parece y, si viene al caso y tienen que retirar algún mueble para continuar con su trabajo, no les importa poner una cama de canto, aunque esté dormida alguna persona en la misma.

LA NIÑA DEL DESVÁN

Hay una casa en El Cubo, en la que desde hace muchos años, vive una niña “RARA” en el desván.

Esta niña, no debe de ser de carne y hueso, aunque su apariencia es humana, tiene entre ocho y diez años y siempre que se aparece, lo hace vestida de la misma forma, con un camisón.

Aunque no se aparezca, hace notar su presencia y deja caer cosas para meter ruido, o camina de un lado a otro, de modo que se oyen sus pisadas.

Es frecuente verla desde la calle, tras alguna de las ventanas del desván, contemplando a los vecinos que van de un lado a otro.

LA RAMPALLA

Es otro ser de “DESVÁN”, pero éste es un ser maligno, a diferencia del anterior que no se mete con los habitantes de la casa.

                                                         

No se conoce su verdadero aspecto, si bien debe tener garras, ya que con frecuencia rasca sobre la madera y se sabe que es de naturaleza diabólica.

Escoge una casa, con desván, en la que viva algún niño con poca personalidad y su propósito no es otro que el de robarle su alma.

EL AMIGO “CHISGUÁ

Es como un Ángel de la Guarda, que un pariente mío tuvo desde niño, que lo protegía de todos sus problemas y que le hablaba y aconsejaba en todo momento. Hoy en día sigue siendo su fiel amigo y compañero y cuando tiene algún problema, no tiene más que llamarlo y acude en su ayuda.

«EL TÍO PELOS TUERTOS»

Siendo niño me contaba frecuentemente mi padre un cuento, aprovechando las noches de verano, en que nos sentábamos al fresco charlando hasta entrada la madrugada contemplando las estrellas.

Con inocencia escuchaba a mi padre atentamente, pendiente de todo cuanto decía, que misteriosamente relataba estas historias.

Se trataba de un hombre avaro, apodado «EL TÍO PELOS TUERTOS», al que mi padre situaba en MAYALDE, pero que yo no sé si verdaderamente existió, que tenía un huerto con una higuera junto al cementerio.

Los críos al pasar por allí le comían los higos, por lo que el desventurado hombre decidió montar guardia día y noche junto a la higuera.

De madrugada miraba receloso la pared del cementerio, viendo brillar los «FUEGOS FATUOS» que, en su imaginación, dibujaban extrañas figuras con las sombras de la noche.

Fue entonces cuando a los muchachos se les ocurrió aprovechar la oscuridad nocturna, para introducirse en el cementerio y desde el muro próximo a la higuera encendieron unas velas, canturreando con voz ronca la siguiente canción:

«ANTES CUANDO ÉRAMOS VIVOS – VENÍAMOS A ESTE HUERTO A COMER HIGOS, – AHORA QUE YA ESTAMOS MUERTOS – VENIMOS EN BUSCA DEL TÍO PELOS TUERTOS».

Al escuchar este eco que provenía de las luces que brillaban en el Campo Santo, el desdichado huyó aterrorizado abandonando el preciado fruto, aprovechando entre risas los jóvenes para darse el festín.

«LA COMADREJA»

Era una mujer siniestra, enjuta y encorvada, con los dedos muy largos, vestía de negro y caminaba sin hacer ruido, se movía como una sombra y nunca se dejaba ver la cara.

Vivió en la más absoluta miseria y únicamente se le veía de madrugada hasta el alba, por donde menos esperases, buscando la oportunidad de poder robar algo que llevarse a la boca.

La necesidad era tal, que se veía obligada a quitar la comida a sus propios nietos que la despreciaban.

Cuenta uno de ellos que una noche, como tantas, la sorprendió de madrugada cuando se disponía a robarles y, harto de ella, decidió darle un escarmiento, para lo que cogió la escopeta de su padre disparando al aire para asustarla y… ¡Cuál fue su sorpresa! Cuando, de pronto, el cuerpo de su abuela se convirtió en comadreja, desapareciendo en la oscuridad subiéndose a un árbol.

AQUELARRE EN LA ENCRUCIJADA

Principalmente durante los siglos XVI y XVII, en las noches de los viernes y a partir de las 12 de la noche, solían reunirse las brujas de la Tierra del Vino para celebrar su «aquelarre». Lo hacían en las afueras de Cubo del Vino, en una encrucijada que había en el Camino de la Zarza, saliendo del pueblo en dirección al Maderal, una vez pasados los pinares, en la que el viento formaba grandes remolinos.

Se situaba cada bruja frente a uno de los caminos que partían del lugar. Allí pasaban la noche oficiando una “misa negra” en una ceremonia en la que invocaban al diablo, realizaban conjuros, lanzaban maldiciones, echaban males de ojo…

Concluía la reunión con el alba y el canto del gallo cuando, para cerrar el acto, con gran estruendo lanzaban a lo alto sus mantos negros.

Los vecinos del pueblo estaban aterrados y cubrían las ventanas y puertas de sus casas, para protegerse de la brujería, con cortinas y telas de color morado, colocando igualmente en las entradas a las viviendas, las consabidas ristras de ajos.

         “EL VAMPIRO”

No se me olvida la cara de terror que ponía una mujer cuando me contaba esta historia, de la que fue testigo ella misma siendo joven.

Era una noche fría de invierno, había salido de casa hasta el corral y, de pronto, oyó voces. Tres vecinos increpaban y rodeaban a un hombre que, aunque era bastante más alto que ellos, se veía acobardado por la actitud de los tres, que parecían querer “AJUSTAR CUENTAS”.

Era un hombre, como digo, alto, serio, vestía de negro y llevaba sombrero y capa, también negros.

Asustada, la joven se escondió hasta que se produjese el desenlace, que todo hacía pensar que iba a ser trágico pero, de pronto, cuando más obligado se veía, abrió los brazos, extendiendo su capa y comenzó a elevarse sobre el suelo, permaneciendo ingrávido a varios metros de altura, al tiempo que se empequeñecía su cuerpo hasta transformarse en un murciélago que agitando sus alas, abandonó el lugar.

Aterrados los tres hombres huyeron despavoridos y la joven se quedó inmóvil hasta pasado un buen rato.

“EL BASTARDO ASESINO”

Hubo un bastardo de unas dimensiones descomunales, medía más de 15 metros y tenía aterrorizada a la población de la comarca de Tierra del Vino.

Se decía que se alimentaba de niños, corderos, becerros…

Un preso que era conocedor de las costumbres de estos reptiles, se ofreció a matarlo a cambio de la libertad.

De este modo y siguiendo su rastro, en el término de Peleas de Arriba encontró el lugar idóneo para su captura.

Colocó un gran espejo en el paso que utilizaba habitualmente el animal, escondiéndose él en un lugar próximo. Cuando el bastardo vio reflejada su imagen, trató de enfrentarse con el rival, momento en que aprovechó el preso, que iba armado con una espada, para cortarle la cabeza.

Aun hoy en día se puede ver su tamaño y aspecto, ya que desde entonces su piel está expuesta en la Iglesia del Carmen de Zamora.

“EL BASTARDO Y LA LECHE”

Es de sobra conocido el gusto del bastardo por la leche y cómo se las ingenia para conseguirla.

He oído numerosas historias de bastardos que, aprovechando que las mujeres dormían, les mamaban toda la leche sin enterarse, es más las sumía en un sueño profundo.

Se han dado muchas situaciones de este tipo, la más frecuente es que algunas madres, teniendo abundante leche, veían que sus bebés estaban desnutridos, pero se han dado casos en que la madre se recostase para dar de mamar a su bebé y, mientras éste la mamaba de un pecho, se sumara el bastardo al otro.

Luis HERNÁNDEZ, criado en “IZCALA”, me cuenta que siendo adolescente tenían alrededor de 500 cabras y cuando se a cercaba a ellas, espantaba el rebaño para ver cuántas estaban siendo mamadas por los bastardos. Con frecuencia se quedaban paradas cuatro o cinco, y se podía apreciar con claridad a los bastardos que se erguían desde el suelo hasta las tetas de las cabras adoptando un ángulo de 90º.

 

“LA POCILGA”

Es de dominio público en Cubo del Vino, lo que le ocurrió a un conocido vecino que quería criar cerdos y se dispuso a construir una pocilga.

Estaba ensimismado con su construcción y lo bien que le estaba quedando, hasta que terminó de colocar los ladrillos.

Se disponía a comprobar su obra, cuando se dio cuenta de que estaba encerrado en la pocilga, ya que no había hecho puerta, teniendo que tirar una pared para poder salir.

“LA MARRANA Y EL POZO”

Siguiendo con nuestro simpático amigo, finalmente consiguió construir la pocilga en el corral, que se encontraba en la parte trasera de la casa, poniendo a criar una marrana.

Allí tenía un pozo con un petril muy bajo, andaba la marrana para allá y para acá, asomándose al pozo y cayendo al mismo.

No lo dudó nuestro héroe que se lanzó al pozo para salvar a la marrana, pero cuando estaba en el rescate, se dio cuenta de que no podía salir, por lo que empezó a pedir auxilio, con la buena suerte de que los vecinos lo oyeron y le lanzaron la soga con el cubo que tenía para sacar agua del pozo, consiguiendo salvar a ambos.

“LA COCHERA”

Ésta ocurrió en Mayalde, cuando un vecino estaba construyendo él mismo su casa nueva, haciendo de constructor y arquitecto.

La casa no tenía mucha fachada pero, aunque un poco justa, hizo los cálculos y le daba para hacer una entrada a la vivienda con su escalera de frente y otra entrada independiente para una pequeña cochera, comunicada con la escalera por otra puerta.

Una vez terminada la construcción, se disponía nuestro protagonista a aparcar el vehículo en la cochera, viendo con satisfacción que entraba holgadamente, como él había calculado pero, al querer salir del coche, la puerta daba contra la pared.

Sólo le quedaba meter el vehículo en la cochera en punto muerto y a empujón, dejándolo luego bien calzado y así lo estuvo haciendo un tiempo. Actualmente aparca el coche marcha atrás, haciendo coincidir la puerta del conductor con la que comunica con la escalera, baja la ventanilla, abre esa puerta sin salir del coche y así puede luego abrir algo la puerta del coche, lo que le permite poder salir. Claro está, tienen que salir el resto de ocupantes antes de entrar a la cochera, o hacerlo todos por la puerta del conductor.

LA ZARZA

Corría el mes de septiembre, en aquellos años de finales del s. XIX, un vecino de Mayalde había ido a preparar la viña para la vendimia, viniéndosele encima la noche cuando regresaba a su casa.

No hacía frío aun, era de esos días que se resisten a abandonar la estación estival, si bien por otro lado el viento venía marcando irremediablemente la entrada otoñal.

La noche estaba oscura y apenas se veía el camino, cuando se sintió sujeto fuertemente por detrás. Era frecuente ser asaltado por los bandoleros en los caminos de estas tierras.

El hombre, que no llevaba dinero ni nada de valor, imploraba al asaltante que lo dejara marchar, pero éste se negaba a soltarlo.

Así pasó la noche el buen hombre, temiendo por su vida, hasta que al rayar el alba, con las primeras luces, pudo verle el rostro al malhechor y, armándose de valor, se soltó de un fuerte tirón para, seguidamente, esgrimiendo la navaja de vendimiar, plantarle cara al atracador diciéndole: “PORQUE ERES UNA ZARZA, QUE SI NO TE RAJABA”.

EL TURUTA

Érase un joven mozo de Cubo del Vino, que fue llamado a filas y como tenía buena voz y aptitudes musicales, lo enrolaron en la banda como turuta.

Él ponía todo su interés, soplaba y soplaba, pero por más que trataba de hacer sonar la corneta no lo conseguía.

Llegó el día en que tenía que tocar “diana”, se levantó a las 6 de la mañana y trató por todos los medios de que sonara, sin lograrlo.

No se le ocurrió otra cosa que salir corriendo por todos los barracones de la escuadrilla gritando: “¡DIANA, DIANA!”, al tiempo que cantaba a pleno pulmón: “QUINTO LEVANTA, TIRA DE LA MANTA, QUINTO LEVANTA…”

La verdad es que cantaba bien y aun hoy sigue teniendo buena voz, tengo que reconocer que más de una vez hemos cantado juntos.

CON EL CULO AL AIRE EN SAN ISIDRO

Tras la celebración de la Eucaristía el día de San Isidro de 2.009, esperaban los fieles en el templo mientras los miembros de la hermandad se disponían a sacar al Santo en procesión por el pueblo.

Una vez fueron a buscar las “andas procesionales” para cargar la imagen, en el mismo instante en que bajaban del altar mayor, uno de los portadores delanteros, sufrió un percance inesperado, al caer estrepitosamente sus pantalones hasta los tobillos, ante la mirada atónita de su esposa (que se quedó paralizada sin reaccionar) y el resto de los feligreses, que asistían incrédulos a tan sacrílego espectáculo, que en otros tiempos a buen seguro habría supuesto la excomunión.

El protagonista de lo ocurrido, que al menos lucía unos decentes calzoncillos de pata color azul (de los conocidos como “pulgueros”), no se descompuso y supo sobrellevar dignamente el percance, con una sonrisa y sin soltar las andas, auxiliado por una atenta joven que acudió con rapidez a cubrir tan irreverente situación.

EL MARIDO DE LA BEATA

Estaba muy preocupado el marido de una mujer devota de Mayalde por las frecuentes visitas del cura del pueblo, que recibía su esposa en casa, lo que le hizo saber a ésta con el siguiente comentario, que trascendió al dominio público:

Mucho me jode ——

que venga tanto el cura a casa,

mán me jode a mi, ——

y no digo nada…

LA INOCENCIA DEL MUNDO….

En el título de esta leyenda, que fue verdad como las demás, y al buen entendedor pocas palabras bastan…, se hace referencia a una historia de amor entre dos jóvenes de Mayalde, siendo cortejado en este caso el varón por la joven, la que lo esperaba tras unos matorrales en la finca en que sabía iba a estar cuidando las ovejas.

Cuando su enamorado se aproximaba, le dedicaba esta canción:

PASTORCITO QUE ACOSTUMBRAS

A COMER PAN DE CENTENO

SI TE CASARAS CONMIGO

SÍ, SÍ, PASTOR

COMERÍAS TRIGO Y BUENO

 MIRA QUÉ TRENZA DE PELO

ESTRECHITA DE CINTURA

SI TE CASARAS CONMIGO

SÍ, SÍ, PASTOR

GOZARÍAS SU HERMOSURA

LA LOBA PARDA

Estando yo en la mi choza pintando la mi cayada, – las cabrillas altas iban y la luna rebajaba; – vi de venir siete lobos por una oscura cañada; – venían echando suertes, cuál entrar en la majada. – Le tocó a una loba vieja, patituerta, cana y parda, – que tenía los colmillos como puntas de navaja. – Dio tres vueltas al redil y no pudo sacar nada; – a la otra vuelta que dio sacó la borrega blanca, – hija de la oveja churra, nieta de la orejillana, – la que tenían mis amos para el domingo de Pascua. – ¡Aquí, perro de los hierros!; ¡aquí, perra trujillana!, – si me cobráis la borrega, cenaréis leche de cabra, – y si no me la cobráis, cenaréis de mi cayada. – los perros tras de la loba, las uñas se desmiajaban, – al llegar a un cotarrito, la loba ya va cansada. ¡Tomad, perros, la borrega, sana y buena como estaba!. –  No queremos la borrega de tu boca, alobadada, – que queremos tu pellejo para el amo una zamarra, – tu cabeza pa un cestón, para meter las cucharas, – tus tripas para vihuelas, para que bailen las damas.

Cayó la loba parda, en la mañana del día 10/03/2009, una patrulla de la Junta de Castilla y León seguía su rastro por el término de Zamayón, adentrándose en la finca de “LA IZCALINA”, siendo abatida en el paraje de “Valgordo”, donde el animal tenía costumbre de cobrarse algún ternero de los que con tanto mimo cría mi buen amigo Pedro TAMAME SERRANO.

La noche siguiente nos juntamos para cenar y comentábamos las correrías de la loba muerta, cuando los perros de los alrededores comenzaron a ladrar desesperadamente.

Había luna llena, no podía ser menos, salimos a ver qué pasaba y sentimos aullar al lobo llamando inconsolable a su compañera. Desafiante, hacía notar su presencia, enviándonos el mensaje de que no pensaba abandonar el lugar.

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